7 de julio de 2008

Hoy perdí un cuento








Hoy perdí un cuento.

Estaba sentada en la plaza esperando verte pasar, cuando de pronto las palabras empezaron a alborotarse en mi cabeza. Empezaron a tomar forma y una tras otra fueron armando las frases más perfectas que haya oído en mucho tiempo.

“Esto tengo que escribirlo” pensé mientras sacaba de la cartera mi agenda siempre fiel. “Tengo que registrarlo antes de que se me olvide” me dije mientras buscaba un lápiz. El problema es que no traía ninguno.

Y me quedé refunfuñando sentada en la plaza, mientras las palabras se iban volando entre las palomas.

31 de mayo de 2008

Coleccionista








Se pone bufanda, guantes, gorro de lana y sale a la calle. Camina y observa a la gente, tomando nota de cada detalle. Lo que visten, lo que hacen, lo que dicen, lo que compran, lo que comen, lo que botan. De qué lado de la calle caminan, si andan con las manos en los bolsillos, si ceden el asiento y hasta si caminan más rápido cuando empieza a llover. Presta atención a las conversaciones de los extraños en la calle y a los que hablan por celular en el metro o en la cola del banco.
Observa y especula acerca de sus vidas, de lo que son y lo que no son, pero sobre todo de lo que quisieron ser. “Cada extraño es un mundo”, piensa, “hay que saber leer los detalles”.

Luego se va a su casa. Compra pan, queso, un paquete de cigarros y una botella de vodka. Escribe durante semanas enteras sin detenerse. Teje hábilmente las situaciones más insospechadas. Cuenta historias, entrelaza personajes, arma y desarma tramas, cruza destinos y rompe sueños.

“Éxito seguro de ventas”, dice su editor. El público más variado se identifica con los personajes y aplaude rabioso cada una de sus obras. Recibe premios y felicitaciones por parte de los críticos, que admiran su talento innato. “Una capacidad inigualable para reflejar la realidad”, comenta la prensa.

Pero él en realidad no cree que nada de eso sea cierto. Lo único que hace es juntar las piezas del rompecabezas. Una vez alguien le robó su vida, y desde entonces se convirtió en un coleccionista obsesivo de vidas ajenas.

26 de mayo de 2008

La niebla de Santiago en invierno




La niebla de Santiago en invierno es como un globo de nieve de cristal, de esos que se agitan para simular una tormenta. Si miras por la ventana, todo es blanco y cincuenta metros más allá, no existe nada.

Cuando caminas por la calle la ciudad va desapareciendo detrás tuyo, y pedazos de otros edificios y calles aparecen frente a tus narices. Es casi como un montaje absurdo, en el que tramoyas invisibles van armando el escenario, a medida que los personajes entran a escena. Como en Truman Show.

La niebla de Santiago en invierno es como Truman Show.

30 de abril de 2008

Aguas


Me carga la lluvia, pero me encanta Santiago recién llovido.
Me encanta el cielo con veinte tonos distintos de blanco y pedazos azul brillante. Me encanta mirar por la ventana y ver Santiago como nuevo, recién lavado.
Me encanta ver a los perros mojados en la calle, sin frío, y a los gatos sentados contemplando el paisaje, como si meditaran sobre algo trascendental. Me encanta el sonido de los pasos amortiguado por una alfombra de hojas secas, pero mojadas.
Me encanta respirar ese aire helado que te cala hasta los pulmones, pero que es el más puro que se puede respirar en mucho tiempo. Me encanta sentir el frío en la cara mientras sacudo el paraguas, y reírme sola si doy un mal paso y voy a parar a un charco, o un conductor inoportuno me empapa con agua sucia.
De verdad me carga la lluvia, pero me encanta Santiago recién llovido.

26 de marzo de 2008

Persecute








A veces se queda en la cama hasta pasado medio día, creyendo que si no se levanta, podría llegar a despistarla. Otras veces se mete a lugares llenos de gente y se para despreocupadamente en una cola que no avanza durante horas, esperando desorientarla. Hay días en que se sube al metro y emprende el viaje más absurdo, por la ruta más larga, segura de que allí no la podrá seguir. Cambia de rumbo una y otra vez. Arma y desarma planes para ver si logra confundirla.

Nada de lo que haga logra ocultarla de sí misma.

21 de marzo de 2008

Papeles sueltos







Luna llena. Viernes santo. Salir a fumarse un cigarro al balcón y en mi cabeza suena One de U2. Too late, tonight… Mirar las luces de la ciudad y escuchar el sonido de los autos en la carretera. Por un momento me parece escuchar el ruido del mar, y las luces que se amontonan allá lejos son las de una bahía. Cerrar los ojos y escuchar el mar. Abrir los ojos y mirar la luna. Escuchar el mar. Pensar en mañana. Pensar en hoy. Pensar en ayer.
Yesterday, all my trouble seemed so far away… Un gato blanco paseando despreocupado por el medio de la calle. Ser un gato y no pensar en nada. Sentarse majestuosamente en el medio de la calle, debajo de un farol. Un auto se acerca y el gato sigue su rumbo sin rumbo. La luz intermitente, las luces de freno, la suave sacudida provocada por la inercia y automáticamente el sonido del freno de mano en mi cabeza.

Volver a la realidad.

Rescate

o "El día que cinco bomberos se metieron a mi pieza".

Esta es una historia real. No le pasó al amigo de un amigo ni la leí en un foro de mitos urbanos. Me pasó ayer en la tarde, mientras revisaba mi correo.

Resulta que en el departamento de al lado viven tres hermanas, señoras de edad, que por algún motivo nunca han decidido sacar una copia de llaves para cada una, y siempre hay que estar escuchando como se pegan al timbre cada vez que salen.

Ayer dos de las hermanas salieron, y cuando volvieron se encontraron con que su hermana no les abría la puerta. Después de casi una hora de tocar, golpear y llamar por teléfono, empezaron a preocuparse seriamente, porque la hermana en cuestión sufre de vértigo y ataques de pánico.
Deseperadas ante la posibilidad de que a su hermana le hubiese pasado algo, decidieron llamar los bomberos para ver si podían entrar a rescatarla.
Los bomberos obviamente llegaron en cosa de minutos, con todas las sirenas correspondientes y, luego de analizar la situación, empezaron a tocar los timbres de los departamentos vecinos para ver la posibilidad de pasarse por una ventana o balcón.
En vista de que la única ventana de mi casa que da hacia la misma calle que el departamento de las viejitas es la mía, entran presurosamente cinco bomberos a mi pieza, atropellándose unos a otros para ver si es posible un rescate desde mi ventana, o si acaso les convendría más bajar desde el departamento de arriba.
Están en eso cuando en el pasillo aparece la tercera hermana -la que se supone que estaba encerrada adentro-, con cara de no entender nada y dice "Fui a dar una vuelta".

Plop!

Las otras dos hermanas pusieron cara de "trágame tierra" y empezaron a deshacerse en disculpas con los bomberos. El que comandaba la operación, absolutamente engrupido le dice "No se preocupe señora, para eso estamos".

10 de marzo de 2008

Aquí se construye


Santiago y sus edificios se están comiendo al Santa Lucía.
Las grúas, retroexcavadoras y taladros avanzan sin tregua sobre él, y lo amenazan con sus departamentos de 1 y 2 dormitorios. Las estatuas del cerro permanecen erguidas, disimulando el pavor que le provocan las bestias de acero y concreto, mientras las parejas revolotean alrededor, buscando cualquier rincón para ocultarse antes de que lo pavimenten. Los gringos turistas no se dan cuenta, y se pasean con cara de despistados. Encuentran todo beautiful y se sacan fotos en el cerro, aunque de fondo sólo haya balcones y letreros que invitan a visitar al piloto.