31 de diciembre de 2006

Alcanzar





Un instante que se prolonga al infinito,

y el infinito congelado en un instante.

17 de diciembre de 2006

Como si nada






Me desperté contigo.

Me desperecé, busqué mis cosas y me metí al baño.

Me seguiste hasta allí, y mientras me duchaba empezaste una vez más a enumerarme tus razones, a recitarme tu discurso y a molerme la cabeza diciendo como te sentías, cómo te había afectado todo lo nuestro y cómo yo era la única culpable de todo lo que había pasado.

No aguanté más y por fin te hice callar. Te dije todo lo que pensaba de ti y de tu postura de niño sensible. Te dije todo lo que pensaba de nosotros y lo harta que estaba de escuchar tu discurso bipolar. Te dejé las cosas bien claras de una vez por todas y con un gran portazo te saqué de mi vida.

El único problema era que no estabas ahí, sino a kilómetros de distancia.

Y esta tarde cuando llamaste, fue como si nada hubiera pasado.

29 de noviembre de 2006

Fragmento





... entonces mi orgullo se desintegró en millones de partículas que quedaron suspendidas en la atmósfera enrarecida. Traté de juntar los pedazos para recomponerlo después, pero fue inútil.

Deberé comprar uno nuevo...

17 de noviembre de 2006

Reflexiones de espejo

Acabo de tener una revelación terrible.

Estaba frente al espejo, lavándome los dientes, mientras pensaba en los conceptos y etiquetas que definen a las personas. En el cómo uno se define frente a tal o cual situación, dependiendo del contexto. Por ejemplo, en una reunión familiar, lo que me identifica es ser hija, en una clase soy estudiante, otras veces soy chilena, diseñadora, tía, hija de extranjeros, etc.

Pues bien, estaba yo reflexionando al respecto, cuando decido ilustrar mi punto, diciéndome “Por ejemplo, en este momento, -mientras me revisaba la cara buscando puntos negros- lo que me define es ser adolescente”. En ese momento, me detuve, miré fijamente al espejo y del otro lado obtuve una respuesta totalmente inesperada: “No. La hora de adolescente se te pasó hace mucho rato. Ahora eres mujer. Anda acostumbrándote”. No sé en que momento pasó eso. La última vez que tuve conciencia de ello era una teenager cualquiera, sin rumbo en la vida. No es que ahora tenga muy clara la película, pero teenager ya no soy. De pronto me convertí en mujer, en mujer grande, con todos los clichés que ello implica, y no me di por enterada hasta hoy!

Igual hay una parte de mí –la mayor parte- que se resiste a creerlo. O sea, está claro, adolescente no soy, pero… mujer?... adulto joven?... no, no me cuadra. Necesito una etiqueta intermedia para esta etapa de transición. Sugerencias?

15 de noviembre de 2006

Incoherencia formal





Aquí es donde todo termina.
Siempre creí que sería diferente.

Y sin embargo ella parecía saberlo desde un principio.
Nunca debí confiar.

Cada día que pasa me parece una farsa más grande que la anterior.
Y mis argumentos son siempre rebatibles.

Debería pensar en retirarme.
No hay ninguna razón para continuar semejante boludez.

Tampoco puedo creer que hayas llegado hasta la mitad del camino, sólo para regresarte. Eres un pendejo.

Lamentablemente hoy no estoy de humor.
Gracias.

9 de noviembre de 2006

Lo que va quedando



Siete cigarros en mi cajetilla, media taza de café sobre mi escritorio, veinticinco páginas del informe final de antropología, diecisiete días para que haya luna llena, trece píldoras en mi caja de anticonceptivos, dos horas y media para que salga el sol, tres años para terminar la carrera, veintidós mil cuatrocientos trece pesos en mi cuenta de ahorro, dos mensajes de texto por enviar y cuatro llamadas perdidas en mi celular.




Mención honrosa Santiago en 100 palabras 2006,
p
ronto lo verán publicado en el metro... XD

7 de noviembre de 2006

Año 5





Trago saliva y miro hacia el túnel. Mi reflejo me mira lánguido desde la ventana. (Estación Los Héroes, lugar de combinación…)
Empiezo a recordar, aunque las imágenes aparecen revueltas en mi cabeza.

Domingo de octubre, 10pm, 5 años atrás.
Estación Los Héroes. Bajaba las escaleras con el pecho apretado. Algo iba a pasar.
El viaje fue agobiante, no podía pensar.
Estación Departamental. Me estaban esperando.

Las imágenes se cruzan nuevamente y los recuerdos se confunden.
Es tarde. El vagón va casi vacío. (Estación Universidad de Chile)
Otra imagen.

1am. Un departamento ajeno, una cama que no era la mía. No podía estar tranquila. Mi hermano dormía plácidamente, y mi mirada oscilaba entre la ventana y el teléfono.
No podía hacer nada… sólo esperar.

El tren se detiene una vez más. (Estación Baquedano, combinación...)

2am. Sonó el teléfono. Sólo podían ser malas noticias.
- “… también lo siento mucho, pero tenía que ser así…”

Después de eso, sensaciones vagas. La noche más fría que nunca, las lágrimas tibias y la angustia de lo irremediablemente predecible.

(Estación Manuel Montt)
Las puertas se abren, nadie sube, nadie baja. Túnel. Otra estación.

Un salto.
Martes, dos días después, 10:30am. Una sala atiborrada de gente que no conocía y otras que quizá vi alguna vez.
Seis hombres de negro sacaron el cajón y el resto marchó lentamente tras ellos – manzana I1, bóveda 135, todavía me acuerdo.-
Después de ayudar a bajarlo, su hijo menor dio las últimas palabras (“…estamos despidiendo a un hombre bueno…”)

(Estación Escuela Militar… todos deben descender…)

¿Por qué te fuiste tan rápido? Todo quedó a medias. Un cigarro a medio fumar en el cenicero, miles de libros sin leer, miles de historias sin contar.
Nos fallaste.
Nos faltaste.

Calle Los Militares Norte.
Camino derecho hacia delante, pero con la vista en el suelo. Mi cabeza tambalea, me siento mareada.

Te recuerdo caminando a mi lado – “paso lento, pero firme” -
Levanto la mirada, un poco más viva que antes, y camino acompañada.

En realidad nunca quisiste irte.
En realidad nunca te fuiste.

19 de octubre de 2006

Semáforo


No te conocía. Noté que me mirabas de reojo, y me seguiste al bajar de la estación. Tuve miedo cuando te acercaste (ROJO).

Me dijiste que no me asustara, que no me ibas a hacer nada, que eras amigo de una amiga y que me habías visto en un carrete (AMARILLO).

Me invitaste a tomar algo, me hablaste de música, de cine y de política, y cuando empezó a hacerse de noche, me llevaste a tu departamento (VERDE).





Cuento para Santiago en 100 palabras 2006
...si, la foto está repetida pero... qué importa?

13 de octubre de 2006

Nudos de lluvias furtivas



Oscuridad. Tenue luz rojiza. Reflejo de fuego.
Lluvia contra los cristales. Roce. Piel.

Manos que recorren lentamente.
Caricias suaves sobre la piel.

Cintura/muslos/pechos/escalofríos

Piernas entrelazadas
Espalda/cintura/manos/labios
Carne que se estremece
Humedad/calor/fuego
Fuego sobre la piel

Temperatura en aumento
Cuerpos en contacto
Piel contra piel

Dos cuerpos sintiéndose en la oscuridad
Fuego bajo el sonido de la lluvia
Nudos furtivos que se desatan al amanecer
.

27 de septiembre de 2006

Latinoafroasiática








Cuenta la leyenda que hace muchos años en la provincia de Macau, el intrépido Siu Linfo Yektin, aburrido de la vida en China, decidió probar suerte y se embarcó rumbo al otro lado del Pacífico, yendo a parar nada más y nada menos que a las costas de Chile.

Una vez llegado, Siu Linfo, ni corto ni perezoso, contrajo matrimonio con una peruana, llamada Clemencia Ocampo y se asentaron en Mapocho, un pequeño pueblo cerca de Humberstone, instalaron una pulpería y tuvieron tres hijos: Gil Sius, Quayu Sius y Sionglan Sius.

Pasado un tiempo decidieron emigrar a la capital, donde Sionglan contrajo matrimonio con el pirqueño Teodoro Rivas. De la unión de ambos nacieron cuatro retoños: Meylin Susana, Ailin Paz, Teodoro Eywan y Chitwan Manuel.

Pues bien, sucedió que al alcanzar la mayoría de edad, Ailin decidió viajar a la remota ciudad de Valdivia, para estudiar en la UACH (Universidad Austral de Chile), donde conoció al que sería su primer esposo, el dominicano Carlos Rijo. Es así como nace, un 7 de diciembre de 1984, en el Hospital Regional de Valdivia, la pequeña Dámari Rijo, latina por su bisabuela Clemencia, afro por su padre, y asiática por su bisabuelo Siu Linfo.


BONUS TRACK

Estracto de la conversación sostenida entre Siu Linfo Yektin y el encargado del Registro Civil cuando el primero realizaba los trámites para obtener nacionalidad chilena.

- Hola, vengo a sacar nacionalidad chilena.
- Si claro, como no. ¿Su nombre?
- Siu Linfo Yektin
- Mmmmm… no, ese no, otro
- …
- …
- Pedro?
- Perfecto. De ahora en adelante ud. se llama Pedro Sius.

(no comments)

15 de septiembre de 2006

Días y días








Es algo así como estar constantemente al borde del colapso nervioso.
Si algo llega a fallar, o si se aumenta un poquito más la exigencia, se sobrepasa el límite, y entonces llega el caos.
Con el caos llega la crisis.
Con la crisis viene el drama.
Y con el drama llega la depresión.

Así de delgada es la línea entre la eficiencia y la autodestrucción.

***

En principio creí que iba a traspasar la línea. Que esta iba a ser la peor mañana de la vida. Sin embargo, mientras termino de diagramar cumpliendo con todos los requerimientos, con una propuesta conceptual decente y –más encima- dentro del plazo establecido, me doy cuenta de que las cosas van saliendo bastante mejor de lo esperado. De fondo suena We’re the champions, y Freddy me dice que voy a tener un buen fin de semana.

7 de septiembre de 2006

Tres actos de un cerezo


Tercera parte y final: DEL OTRO LADO DEL MAR

Es de noche. Una noche fría y solitaria. La luna se refleja sobre el pavimento y las estrellas parecen enormes luciérnagas estáticas en el cielo.
Me acuerdo del viejo cerezo frente a tu ventana.

Sé que ya no va a florecer. Está viejo y cansado. Pero me pregunto si tú sigues sentado en la ventana, esperando la lluvia.

Tal vez la misma lluvia te hizo olvidar cómo sonreír, igual que a mí. Tal vez te hizo salir a buscar otros mundos. Tal vez partiste lejos. Lejos del lugar donde siempre estuviste, y donde dijiste que siempre estarías.
¿Te habrás alejado del viejo jardín donde te conocí? ¿De todo lo que dejé atrás cuando me fui?

“Siempre estaré aquí.”

Cierro los ojos y trato de imaginarte entre la luna y el pavimento, donde las estrellas se confunden con las luces de la ciudad. Andando por caminos desconocidos y solitarios. Pero no puedo. Sólo te imagino ahí. Sentado frente al cerezo esperando la lluvia.

Quizá algún día vuelva a perseguir mariposas.
Y alguna Phoebis Philea me lleve a tu puerta.

5 de septiembre de 2006

Tres actos de un cerezo


Segunda parte: ANTES DE LA LLUVIA


Sonríes, pero no como entonces.

Me dices que aún hay tiempo,
tiempo para dar media vuelta,
tiempo para deshacer las maletas,
tiempo para sentarse en la ventana
frente al cerezo,
y contarnos historias esperando la lluvia.

Pero el cerezo ya está seco.
Y yo olvidé como sonreír.

- Lo siento – te digo -
No es cuestión de tiempo.

Tomas mi mano y tus ojos castaños dibujan una lágrima.
- Siempre estaré aquí.

- Lo sé. Es por eso que me voy.

2 de septiembre de 2006

Tres actos de un cerezo


Primera parte: MARIPOSAS

De pequeña solía corretear persiguiendo mariposas. Me mostraban sus rutas y yo las seguía, sin importar mucho donde me llevaran.

Un día, persiguiendo una enorme Phoebis Philea, me encontré de pronto frente a un gran árbol, que más bien me parecía una inmensa nube de color rosa. Una brisa suave sopló en ese momento y vi, atónita y maravillada, como cientos de pequeñas mariposas rosadas se desprendían de sus ramas rojizas y pasaban volando veloces por sobre mi cabeza.

Intenté atraparlas, y entonces te vi por primera vez. Me mirabas desde el jardín, sonriendo con tus enormes ojos castaños.

- No son mariposas – dijiste – Son flores. Los cerezos florecen después de la lluvia.

Desde ese día no perseguí más mariposas. Todas las tardes, en cambio, corría a buscarte junto al cerezo.

31 de agosto de 2006

Miedo








- ¿A qué le tienes miedo?

Por un momento no supo qué contestar. Se quedó callada mirando por la ventana, mientras seguía acariciando su pelo con la mano derecha. Poco a poco se había oscurecido. No notaron siquiera cuándo se puso el sol, y ahora esa luz azulina que anuncia la llegada de la noche iluminaba tenuemente la habitación.

- No sé… a muchas cosas. A las arañas.

Él sonrió vagamente.

- A la senilidad. A llegar a un momento en el que no sepa realmente qué es lo que pasa en mi vida y moverme como en una realidad paralela, mientras todos tienen que cargar conmigo. A ser un estorbo. A perder la conciencia de mi misma.
- A perder el control…
- … sí, a perder el control.

14 de agosto de 2006

Fin








Esperó la luz roja y se marchó para siempre...
(micro)cuento para Santiago en 100 palabras 2005

7 de agosto de 2006

Tiene que ser ahora


Lo siento venir. Tiene que ser ahora. Mis manos tiemblan. Sudo. Está cada vez más cerca. Aprieto los puños y espero. Tiene que ser ahora. Se acerca. Me preparo.
Todo pasa muy rápido. El suelo tiembla, se oye un rugido, luego un chirrido y de pronto me veo arrastrado por una manada de bestias frenéticas que se atacan entre si. Golpean, gruñen, patean, empujan y zamarrean.
Se escucha una bocina, y una voz que dice: “Señor pasajero, deje bajar antes de subir”. Pero la puerta se cierra en mi cara.

No importa, a la otra me subo.


Cuento para Santiago en 100 Palabras 2005



3 de agosto de 2006

La historia del hombre gris

Como cada mañana, vistió su abrigo gris y salió a la calle con pensamientos grises.

Mientras caminaba mirando sus zapatos, el hombre gris tropezó con algo. Era un pequeño hombrecillo verde, atascado en una grieta del pavimento. Estupefacto, el hombre gris tiró de su cabeza hasta sacarlo.
Una vez fuera, el hombrecillo miró malhumorado al hombre gris, y consultó su reloj. “No tengo mucho tiempo” -dijo- “pero me haz ayudado, así que te concederé un deseo.”

El hombre gris dudó un momento.
“Muchas gracias, pero tampoco tengo tiempo”, dijo. Y siguió caminando por las calles grises, cabizbajo y pensativo.


Cuento para Santiago en 100 palabras 2005.

28 de julio de 2006

Nieve a finales de Abril

Por Marcela Latorre








Iba 20 minutos tarde. Pensé que quizá se había ido. “Yo espero 15 minutos y después me voy”, había dicho por teléfono, casi un mes atrás. Salí corriendo por la escalera del metro, mientras pensaba que tal vez no debería apurarme tanto, después de todo, sabía exactamente a lo que iba, y no me gustaba la idea.

Un viento demasiado helado para mi gusto me golpeó la cara mientras caminaba. Lo vi a lo lejos y me hizo señas para que lo esperara. Su saludo sonó a ensayado y me dio un beso en la mejilla que se sintió cien veces más frío que el viento otoñal, que no dejaba de soplar.

- ¿Vamos a tomarnos algo? Tengo frío.

Asentí con la cabeza. Caminamos una cuadra, volviendo sobre mis pasos y entramos a una fuente de soda.

- ¿Quieres un café, u otra cosa?
Titubeé un momento.
- No tomo café.
Pedí una bebida. Craso error. Hacía demasiado frío, e iba a tardar el triple de tiempo que él en terminar su café.
- ¿No te molesta que fume?
- No.

Pidió un cenicero y prendió un cigarro. Andaba con fósforos. Pensé en preguntarle por el encendedor que le había regalado, pero preferí no decir nada.
Él empezó.

- Voy a ir directo al grano. Yo no quiero seguir contigo.

Se me congeló la sangre. Siguió hablando, pero yo no lo escuchaba. Trataba de entender porqué me había sorprendido tanto, si me lo esperaba desde que me llamó. “Tengo que conversar contigo, algo importante, pero no quiero que sea por teléfono”. Estaba claro. Sin embargo me tomó desprevenida.
Empecé a mirar hacia atrás, a analizar. Me di cuenta de que era él quien había llevado la relación desde un principio, y yo no había hecho nada por evitarlo. Ahora era él quien tomaba la decisión. Sentí rabia. Quise decirle algo, no quería mirarlo en silencio mientras él lo decía todo, pero no tenía palabras para decir nada, y peor aún, no sabía qué decir.

- Quiero dejarte claro que no te estoy pidiendo un tiempo, sino que estoy terminado contigo. Definitivamente.

Quería irme de ahí, salir corriendo hacia cualquier parte. Estar sola.
Terminó su café. Miré mi vaso vacío y la botella, llena aún hasta la mitad. Lo único que quería era terminar y largarme.

- Si alguna vez quieres decirme algo, o quieres que nos juntemos, puedes llamarme. Yo te quiero mucho, y si quieres, me gustaría conservar tu amistad.

“Te quiero mucho”. Era la primera vez que me lo decía, y sonó tan sincero, que pareció casi irónico.
Pidió la cuenta y salimos. Me acompañó hasta el metro. “Trata de no llorar, porque me da pena a mi”, había dicho. Su egoísmo me sorprendió.

Mientras esperaba el metro, busqué en mi bolso algo que me distrajera de mis pensamientos. No encontré nada, excepto una flor de papel, que guardaba desde la primera vez que salí con el Nico, hacía casi un mes atrás. Cuando se abrió la puerta del vagón, una lágrima me rodó por la cara.

29. Abril. 2001

25 de julio de 2006

Comunicado Oficial


Voy a dejar de fumar.
La tercera es la vencida, y mi faringe me lo exige.

Tú puedes colaborar con la causa: si me ves fumando, golpéame
(así además voy a saber que leíste mi blog :P)

Y a los señores de ChileTabacos:
sería de gran ayuda para mí si sacaran
los Viceroy Light de circulación.

Muchas gracias.





22 de julio de 2006

Viceroy Light

Por Marcela Latorre

Me fumé un cigarro tras otro esa noche
Y en cada uno el humo dibujaba tu nombre.
Salía poco a poco de mi boca, formaba bocanadas azules,
volutas verde agua, bandadas grises y torbellinos amarillos.
Incluso creí ver tu rostro dibujado una vez,
Pero una flecha transparente lo borró antes de que pudiera abrir los ojos.

Me fumé un cigarro tras otro esa noche
Y en cada uno la lumbre se parecía a tus ojos.
Se quemaba despacio, brillando en la oscuridad.
De vez en cuando se dejaba caer una ceniza desprevenida,
dibujaba círculos en el aire y chocaba muerta contra el suelo.

Me fumé un cigarro tras otro esa noche
Y creía que oía tu voz detrás de mi oreja,
Creía que sentía tus labios en mi cuello,
Creía sentir tu respiración sobre cada uno de mis poros
Y que tus manos recorrían mi piel húmeda.

Me fumé un cigarro tras otro esa noche
Y sentí como me amabas en la oscuridad.

Hoy nuevamente es de noche.
Pero me siento sola, seca y vacía.
Ya no me quedan cigarros para seguir recordándote…

18 de julio de 2006

Antes de continuar


Em...

He recibido varios post y comentarios del tipo "ánimo, todo va a estar bien" o "sigue adelante, la vida no es tan terrible como parece".
Frente a lo cual creo verme en la necesidad de hacer una declaración-aclaración pública:

No estoy deprimida. No soy depresiva (bueno, tal vez hasta cierto punto, pero nada fuera de lo común). No tengo tendencias suicidas. No creo que la vida sea un lugar terrible. Incluso me considero una persona feliz.

¿Cuál es el problema entonces?, ¿Porqué todo lo que publico (y seguiré publicando) parece triste y oscuro?


Simple! Ocurre que (al igual que muchas otras personas), sólo escribo muy de vez en cuando, especialmente cuando ando bajoneada (podría decirse que escribo durante 3 o 4 días, una vez al mes XD). Además no me gusta como me quedan los textos "más bien optimistas". Me leo y me encuentro cursi, se me hace mucho más fácil escribir respecto a la soledad y la desesperanza.

El blog lo creé para publicar sistemáticamente algunos textos que he ido acumulando con el tiempo, y que jamás han visto la luz. En realidad nunca me había dado cuenta de que eran todos depresivos hasta que caché los comentarios que me hacían, pero bueno.

Supongo que voy a seguir publicando cuentos tristes, aunque ande con la sonrisa de oreja a oreja. Simplemente porque los otros no me salen.

He dicho

15 de julio de 2006

...





Once


Once I found the love of my life.

But she took away my love,
so I took away her life...

Gonzalo Andrade

11 de julio de 2006

De cómo (no) funcionan las cosas








Es así de simple:

Él se acerca. Te promete el sol, la luna y las estrellas.
Tú dices "No, gracias, no estoy interesada"
Él insiste. Vuelve a buscarte. Te ofrece el mar, el cielo y la tierra.
Tú dices "No, en serio, de verdad no lo necesito"

Él se resigna, acude a
Lacuna Inc.
y borra su memoria para olvidarse de ti.
(si, igual que en Eternal Sunshine of the Spotless Mind)

Entonces a ti te baja la inseguridad y la confusión.
“Y si le dijera que si?” “Y si le pidiera la luna?”
Hasta que decides que sí querías, y partes a buscarlo.

Le dices que cambiaste de opinión.
Que ahora sí quieres el sol, el mar y las estrellas.

Él te mira perplejo, y sólo atina a decir algo así como
“Kiwatesucede?, si ya fue. Olvídame”
Se da media vuelta y sigue trabajando en lo suyo.

Y tú? Perdiste. Como en la guerra.

8 de julio de 2006

Declaración de Principios

Siempre se me ha hecho muy difícil decir quién soy o cómo soy.

Muchas veces he pensado que lo que me define es precisamente ser completamente indecisa, inconstante, voluble y cambiante. Sin embargo, hay algunas cosas que se mantienen estables a pesar de todo:

Odio andar con la ropa manchada (o con hoyos). Odio salir de mi casa sin haber hecho la cama. Odio equivocarme en público. Odio los ejercicios tipo “defínase en una frase”, “defínase en un concepto”. Odio a la gente que publica con faltas de ortografía (y odio cuando se me pasan a mí). Odio a la gente que saca cosas del supermercado y las deja donde no corresponden. Odio a la gente que dice que va a llamar y no llama. Odio a la gente que dice que va a llegar y no llega. Odio herir los sentimientos de la gente que me importa.

Nunca vi los Caballeros del Zodíaco, ni Patio Plum. Nunca vi Candy Candy, ni Robotech. Nunca vi MazingerZ. Nunca completé un álbum. Nunca me resultó con el niño que me gustaba (y aún no me resulta). Nunca he podido comer completos o tallarines sin mancharme. Nunca es suficiente cuando se trata de helado o chocolate. Nunca me he arrepentido de leerme todos los Harry Potter (y espero con ansias el próximo número).

Me encanta leer la Cosmopolitan cada vez que puedo. Me encanta cantar y bailar con escándalo cuando estoy sola. Me encanta George Clooney. Me encanta Brad Pitt. Me encanta el verano. Me encanta que haya 25° C y sol todo el día.


Podría seguir mucho rato más, pero mejor dejarlo para otra vez.