
... entonces mi orgullo se desintegró en millones de partículas que quedaron suspendidas en la atmósfera enrarecida. Traté de juntar los pedazos para recomponerlo después, pero fue inútil.
Deberé comprar uno nuevo...
Sólo escribo lo que me dictan las voces en mi cabeza. A veces firmo yo, otras veces firma Gonzalo, Marcela o Carola. Que no lo confundan, somos todos la misma persona.
Acabo de tener una revelación terrible.
Estaba frente al espejo, lavándome los dientes, mientras pensaba en los conceptos y etiquetas que definen a las personas. En el cómo uno se define frente a tal o cual situación, dependiendo del contexto. Por ejemplo, en una reunión familiar, lo que me identifica es ser hija, en una clase soy estudiante, otras veces soy chilena, diseñadora, tía, hija de extranjeros, etc.
Pues bien, estaba yo reflexionando al respecto, cuando decido ilustrar mi punto, diciéndome “Por ejemplo, en este momento, -mientras me revisaba la cara buscando puntos negros- lo que me define es ser adolescente”. En ese momento, me detuve, miré fijamente al espejo y del otro lado obtuve una respuesta totalmente inesperada: “No. La hora de adolescente se te pasó hace mucho rato. Ahora eres mujer. Anda acostumbrándote”. No sé en que momento pasó eso. La última vez que tuve conciencia de ello era una teenager cualquiera, sin rumbo en la vida. No es que ahora tenga muy clara la película, pero teenager ya no soy. De pronto me convertí en mujer, en mujer grande, con todos los clichés que ello implica, y no me di por enterada hasta hoy!
Igual hay una parte de mí –la mayor parte- que se resiste a creerlo. O sea, está claro, adolescente no soy, pero… mujer?... adulto joven?... no, no me cuadra. Necesito una etiqueta intermedia para esta etapa de transición. Sugerencias?
Aquí es donde todo termina.
Siempre creí que sería diferente.
Y sin embargo ella parecía saberlo desde un principio.
Nunca debí confiar.
Cada día que pasa me parece una farsa más grande que la anterior.
Y mis argumentos son siempre rebatibles.
Debería pensar en retirarme.
No hay ninguna razón para continuar semejante boludez.
Tampoco puedo creer que hayas llegado hasta la mitad del camino, sólo para regresarte. Eres un pendejo.
Lamentablemente hoy no estoy de humor.
Gracias.
Siete cigarros en mi cajetilla, media taza de café sobre mi escritorio, veinticinco páginas del informe final de antropología, diecisiete días para que haya luna llena, trece píldoras en mi caja de anticonceptivos, dos horas y media para que salga el sol, tres años para terminar la carrera, veintidós mil cuatrocientos trece pesos en mi cuenta de ahorro, dos mensajes de texto por enviar y cuatro llamadas perdidas en mi celular.
Mención honrosa Santiago en 100 palabras 2006,
pronto lo verán publicado en el metro... XD
Trago saliva y miro hacia el túnel. Mi reflejo me mira lánguido desde la ventana. (Estación Los Héroes, lugar de combinación…)
Empiezo a recordar, aunque las imágenes aparecen revueltas en mi cabeza.
Estación Los Héroes. Bajaba las escaleras con el pecho apretado. Algo iba a pasar.
El viaje fue agobiante, no podía pensar.
Estación Departamental. Me estaban esperando.
Es tarde. El vagón va casi vacío. (Estación Universidad de Chile)
Otra imagen.
No podía hacer nada… sólo esperar.
El tren se detiene una vez más. (Estación Baquedano, combinación...)
- “… también lo siento mucho, pero tenía que ser así…”
Las puertas se abren, nadie sube, nadie baja. Túnel. Otra estación.
Martes, dos días después, 10:30am. Una sala atiborrada de gente que no conocía y otras que quizá vi alguna vez.
Seis hombres de negro sacaron el cajón y el resto marchó lentamente tras ellos – manzana I1, bóveda 135, todavía me acuerdo.-
Después de ayudar a bajarlo, su hijo menor dio las últimas palabras (“…estamos despidiendo a un hombre bueno…”)
(Estación Escuela Militar… todos deben descender…)
Nos fallaste.
Nos faltaste.
Camino derecho hacia delante, pero con la vista en el suelo. Mi cabeza tambalea, me siento mareada.
Levanto la mirada, un poco más viva que antes, y camino acompañada.
En realidad nunca te fuiste.